Se me ocurrió buscar esta frase para citarla. Como no encontré resultados exactos, en este sencillo pero no menos emotivo acto, la fundo, la bautizo y la establezco para la posteridad como la Paradoja de Bustelo.

Podrán decir que la idea no es original. Que sus abuelas ya decían “lo barato cuesta caro”. Y es cierto. Pero también es cierto que nuestras abuelas decían un montón de cosas, y una buena parte de ellas hoy resultan anacrónicas o directamente erradas.

Por eso, creo que todos necesitábamos una frase más moderna, más apropiada para los procesos de toma de decisiones en negocio, diseño y desarrollo en los tiempos que corren.

Y para facilitar que puedan citar esta versión renovada —ustedes y las generaciones venideras—, desarrollo la idea a continuación.

La Paradoja de Bustelo

Es común que se busque recortar la etapa de desarrollo de los productos –etapa donde aún no están generando ventas ni ingresos– y que se pretenda lanzar al mercado lo antes posible. El riesgo es hacerlo sin validar si lo que se está lanzando, resultará al menos apto para consumo humano.

El desarrollo de nuevas ofertas –productos, servicios, sistemas, experiencias– tiene una bajada de bandera. Hay un nivel mínimo por debajo del cual no vale la pena siquiera emprender el esfuerzo. Si lo que prima es el apuro, no se cubre lo mínimo en lo que hace a tiempo, costos y esfuerzos, por pequeña que resulte la inversión, resultará una pérdida segura.

Porque la gente apurada comete errores. Y al mercado no le gusta pagar por errores.

Hacer las cosas bien es “caro”, pero eso no tiene ninguna importancia si el negocio trabaja desde la distinción de Lean, y entiende cómo funcionan el negocio del diseño y el negocio del software. Esto es, si entiende cómo hacer de un buen diseño de software, un éxito comercial.

La filosofía Lean plantea el foco en la Calidad, y eso requiere distinguir valor de desperdicio: lo que el cliente valora, versus lo que no. Hacer foco en costos, lleva a preferir lo barato… y la mayoría de las veces, eso coincide con el desperdicio. Y crear desperdicio barato, es la forma más usual y paradójica de tirar el dinero a la basura: creyendo que se está obrando con criterio y haciendo negocios.

Hay un costo inherente al no tomar el tiempo y la atención necesarios para hacer las cosas bien. Este costo puede ser visible o no, pero existe. Hacer las cosas mal puede generar una serie de problemas, incluyendo:

  • Errores y retrabajos: Será necesario corregir errores y rehacer el trabajo, lo que aumenta el tiempo y los recursos necesarios.
  • Daño a la reputación: La calidad deficiente castiga la imagen de la marca, con la consecuente pérdida de clientes y oportunidades futuras.
  • Mayor costo a largo plazo: El costo de corregir los errores, lidiar con las consecuencias y reconstruir la confianza resulta en software mucho mayor que el costo inicial de hacer las cosas bien desde el principio. Como menciono en la introducción de Experience Decision Making, la deuda técnica es implacable:

Una vez que algo se ha puesto en producción (esto es, el software está publicado y hay usuarios operándolo), corregirlo resulta entre 29 y 1500 veces más caro que al inicio del proyecto. El interés de la deuda técnica, asumida irresponsablemente, suele dejar proyectos en bancarrota.

El costo de hacer las cosas bien

Aunque el costo inicial de hacer las cosas bien puede ser percibido como “caro”, es en realidad la opción más rentable. Porque hacer las cosas bien desde el principio:

  • Reduce la necesidad de corregir errores y retrabajos.
  • Contribuye a una reputación positiva.
  • Reduce los costos a largo plazo.

Por eso, otra mirada sobre este mismo tema, es otra frase que acuñé hace un tiempo (y que al día de la fecha, todavía nadie replicó):

Las cosas se hacen bien,
o se hacen de vuelta.

Santiago Bustelo
Abril de 2025